Enrique Albizu
Le faltaban pocos meses para cumplir los 88 años; toda una vida dedicada al arte con mayúsculas desde que comenzó en la Academia Municipal de Dibujo de Irún, para proseguir en la academia de San Carlos de Valencia, y en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid de gran fama y donde existen algunas obras suyas. Viajó a Venezuela, Alemania, Italia y allí donde fue, jamás dejó de lado – era imposible- su afán de pintar, demostrar al mundo cuanto veía: rostros de personas, paisajes, escenas de la vida misma uniendo todo ello en alguna de sus obras, que poseían técnica, color emoción, todo ello unido. Y nos figuramos su mirada al finalizar un cuadro y su gesto: “No, podía haberlo hecho mejor. En la próxima quizá varíe esta pincelada buscando otro horizonte del paisaje, otra mirada del pescador, de esta mujer, de este hombre que observa al mundo que estoy deseando mostrar a mi manera…”.
El famoso pintor impresionista Degas, afirmaba “que más que pintar lo que ves, hay que pensar en quién lo mira y como lo observará”. Quienes hemos conocido a lo largo de la vida el afán o la ilusión de Enrique Albizu para mostrar en sus lienzos lo que tenía ante sí, sabemos que no era un fanático – los fanatismos son malos sea cual sea la idea de fondo- y sí un hombre enamorado del arte que buscaba la perfección en sus obras. Daba de lado la palabrería tan normal en nuestra era de esconder la falta de imaginación o de técnica para con excelente oratoria confundir al público con espacios y vacíos, que taponaban la falta de sentido artístico eliminando lo que es imposible de crear, a base como digo, de excelentes comentarios y lisonjas hacia el absurdo.
Cuando en alguna ocasión comentaba con él estas tendencias, se encogía prácticamente de hombros y parecía decir “yo pinto como quiero, como me gusta, tengo una meta, una sola: pintar…crear…”. No le agradaba pertenecer a un grupo, era individualista…”Hay una obra, se crea, se finaliza y la obra bien realizada es la que permanece”…¿Pensaba en las obras de los grandes a quienes él tanto admiraba? Porque sus cuadros también reflejaban cuanto tenía delante: su querida Fuenterrabía, sus pescadores que se expusieron en Madrid y que entusiasmaban a quien los admiraban. Y queda el recuerdo del carnicero Tomás, obra que nadie en Fuenterrabía, puede olvidar. Como los de Barandiarán, el maestro Pablo Sorozábal, Donosti, Montes de Zalain, la iglesia de Fuenterrabía, bodegones e incluso se atrevió con el desnudo en varias ocasiones…Quizá el retrato haya sido lo que más fama le dio, sin que debamos olvidar todo cuanto significó su obra, dispar, que tantas alabanzas recibió. Se dijo de ellas: “Desde luego inconfundibles…” “Traducen una gracia y unidad que cautivan desde el primer instante” o bien “Existen temas humanos que se expresan como el pintor las ve, que no es lo mismo que decir las cosas como son”.” Su naturalismo va unido a una técnica de toques que recogen los efectos luminosos más sutiles”.
Sería eterno comentar la obra de Enrique Albizu por lo que sería conveniente además de necesario que los estamentos sean Ayuntamientos, Museos, hayan de atender el arte con mayúsculas de Albizu; merece que quienes por la edad u otras circunstancias no lo hayan conocido, podrían tener la oportunidad de acercarse a este hombre, a este excelente pintor, individualista, un artista que como le definieron hace tiempo “caminaba por una ancha avenida por la cual discurre su capacidad creadora sin servilismo ni concesiones”
Diez Bermejo