Escenas Religiosas
En todas estas pinturas los ojos están entornados, cerrados, porque su viveza, su expresividad parecen incompatibles con la tristeza, no hay idealización sino interpretación directa.
Aste Santua (Semana Santa), representa el paso de Jesús con la Cruz a cuestas. Entre los acompañantes de la imagen, los apóstoles, el judío, y el portador del cirio (entre otros más), aparece el rostro del propio pintor, Albizu, como integrante de esta procesión; y de forma velada asomándose por una ventana, se intuye a Mª Josefa con sus nietos viendo la procesión.
Los romanos de la procesión de Hondarribía, tienen túnicas y casco pero son sus rostros del pueblo, sus caras de marinero lo que se impone.
En el retrato de de la Virgen con el niño el rostro de la Virgen se hace ternura.
El retrato con velo en la cabeza representando a una Virgen que eleva sus manos en oración, nos da la imagen sublimada de su esposa.
El Cristo, cuya escultura original estaba en el Anticuario Lafuente de la calle del Prado (Madrid) y emocionaba a Albizu. Como no podía comprarlo, lo plasmó en un lienzo y lo dedicó “con toda mi emoción a Mª Josefa.
El Padre Bienvenido es franciscano y sólo franciscano. Da igual que lo dibuje en escorzo o lo pinte completo. Son sus ojos de mirada quieta, profunda y, sin embargo, acogedora. De la profundidad marrón-rojiza de su hábito franciscano y del fondo verde oscuro con pinceladas rojizas, lo que emerge es el rostro y de él la mirada.
El Padre Iguíñiz es capuchino. En actitud orante y rostro meditabundo, se le presiente implorando por y para todos.