Bodegones
Los pintores novatos tienen pasión por pintar bodegones y ponen especial hincapié en que entre las piezas que utilizan haya objetos de cobre o latón. Los brillos de los metales les parecen logros inmejorables. También las porcelanas de buena cuna les atraen.
Albizu ha hecho bodegones pero tomados directamente de la vida. No pinta uvas ni naranjas sino manzanas y membrillos. Esos objetos le sirven y nos sirven para darnos unos coloridos brillantes, luminosos, tersos como la piel de esas frutas. Los ocres de los cacharros de barro le ofrecen la ocasión de presentarnos esa superficie característica del barro cocido.
Las humildes jarras de loza con sus dibujos azules y las telas sencillas, casi paños de cocina, completan su cacharrería. El pan, el queso, los huevos, el jamón sustituyen a los palaciegos faisanes.
En su última Exposición de Madrid del 93 expuso unas cerámicas en las que aparece la jarra blanca de grecas azules, el puchero vasco vidriado parcialmente en blanco, el jarro rojo y oscuro y la jarra de cerámica con su superficie trabajada en relieve y sus florecillas de mano ingenua o de calcomanía. Es un bodegón peculiar porque el mantel es claro y el fondo es una sinfonía de verdes y rosas también claros. Lo impregna todo de una tenue tonalidad rojiza que se refleja en todas las superficies y así en vez de darnos una naturaleza muerta lo que nos da es un soplo de vida.
Hay otro bodegón que es un banquete completo. El pan, los huevos, el queso y el jamón de marca y con precinto preceden a las frutas, que son una exhuberancia de color. Pero el centro y el meollo del cuadro lo forma la frasca de vino con su rojo característico que se extiende la fondo y matiza todos los colores.
El bodegón de la jarra azul, de la misma exposición, es un bodegón claro en el que los amarillos de las frutas se atenúan con los verdes y los dibujos azules de la jarra, fuertes y firmes, tienen el contrapunto de la loza que es una mezcla delicada de verdes, rosas y amarillos. Hasta el paño blanco tiene unas líneas en ondas amarillas que sobresalen de un fondo rosa, azul y verde. El fondo de un verde netamente oscuro, en el que apenas aparecen unos rojos, acentúa la claridad de los primeros planos. Con todo esto ya se ve que los bodegones de Albizu no tienen nada de efectistas ni fáciles sino que son pintura trabajada, en la que es más importante el color que los objetos, y presentan siempre, aun al ojo más inexperto, el sello de Enrique.