Antología Crítica
“…esta pintura, sin gestos ni alardes, y que solo quiere ser pintura por las buenas… Lo dice todo, sin atajar su camino saliéndose de la dificultad, sino pechando limpiamente con su propósito de expresar las cosas como el pintor las ve, que no es lo mismo que decir las cosas como son. En ese distingo radica una clave del arte, en ese apartarse no de la realidad en su esencia, sino de una apariencia de realidad que Albizu debe conocer muy bien porque no se somete a ella. Es un descanso poder apoyar la mirada en una pintura como esta, que no pretende estar al día ni ser de hoy, ni de ayer, ni de mañana, sino, sencillamente ser.”
(García Viñolas)
“El solitario es el hombre que puede ser auténtico. Albizu puede permitirse ese lujo, aunque, para exteriorizarse, se vea precisado a forzar –acaso sólo a subrayar- su voluntad de estilo, su empeño en ser él mismo, uno y distinto. Desde luego inconfundible.”
(Muñoz Viñaras)
“Expone Enrique Albizu una serie de cuadros muy arraigados en tipologías y hasta en técnica en su tierra vasca. Predominan los temas humanos, con fuertes cabezas de carácter y relieves expresivos de acento racial. Pero este naturalismo va unido a una técnica de toques menudos que recoge los efectos lumínicos más sutiles. Es en su autorretrato en donde el carácter aparece trazado con más profundidad.”
(Camón Aznar)
El pueblo vasco, sus tierras y sus gentes viven en la paleta de Albizu. Hay raudales de amor, de apasionado amor a un pueblo y sus raíces cargado de lirismo, rica de observación y enamoradamente trabajada que Albizu nos ofrece. La pincelada breve y caso “puntillista” le acerca en ocasiones a la primera etapa de Regoyos, y a diferencia de otros pintores vascos, son los tonos calientes, los sepias y los ocres, los rojos y los malvas, los que sirven de base a sus pinceles y sobre los que levan y construyen la sólida arquitectura de unos óleos cuajados de matices que cantan en romance de color la tradición y el alma de una tierra plena de personalidad y de belleza.
(Mario Antolín)
La pintura de Albizu sorprende por su convincente y noble realismo. El “realismo” es una dirección artística puesta un tanto en entredicho por los opinantes de hoy. Ciertamente por realismo ha venido entendiéndose pintura muy pegada de la realidad fotográfica y desinteresada de los valores plásticos, intrínsecos de la pintura. El realismo de Albizu entronca con la mejor escuela tradicional española. Pasa por alto nombres recientes poco considerables para ir a los verdaderos maestros de este estilo. La ejecución en Albizu es poderosa. El grafismo de sus cuadros se impone al espectador…
J. de B. (La Gaceta)
Decididamente, esta pintura medularmente vasca tiene un encanto apacible. Albizu, no obstante su clara filiación, es artista que varía con indudable personalidad sobre los - ¿románticos ya?- temas del Paiís Vasco, muy especial sobre el paisaje urbano, la marina y los tipos populares de Fuenterrabía, cuya luz y colores capta y traduce con una gracia y unidad que agradan desde el primer instante.
Es un pintor enamorado de su tema, el tema de los puertos cantábricos que visitaron Shanti Andia y el valiente Galardi; un pintor que, planteándose y resolviendo diversos problemas de estricta pintura, añade a su obra una dimensión anecdótica y sentimental que la complementa y, en cierto modo, le da su mejor sentido. Como pintor de retratos es excelente y es de ver cómo, para realizarlos según los cánones más exigentes, no tiene necesidad de renunciar a su técnica ni a su estética de pintor pintor.
(A.M. Campoy)
La técnica que emplea Albizu es muy personal, imprimiendo a la obra características inconfundibles. Basada en la yuxtaposición de pequeñas pinceladas cortas de diferentes tonalidades que conjuntamente armonizan el efecto cromático de la obra con especial vibración puesto que en la pintura de Albizu no existen las superficies ni las sombras opacas. Todo es color, pero aplicada una leve sordina que envuelve la atmósfera del teme; podría parecer que es la técnica correspondiente al “puntillismo” empleada por los “divisionistas” del neoimpresionismo, pero en realidad hay que considerarla como algo muy personal del artista afincado en Fuenterrabía.
(Álvarez Emparanza)